hache

Recuerda, 
la carne tierna de sus pechos saliéndose del sujetador, 
amaneciendo como lunas detrás de las copas.
Medio desnudos y ella retorciéndose de felicidad,
agarrando su cabeza y tirándole de los pelos diciéndole:
bésame en estos labios, quitémonos de encima tanta ropa.


Estudia su imagen en el espejo y comprueba como la humedad y la locura
no suelen aliarse para realzar el ego de quien contempla su reflejo.
Se encuentra más vieja y más cansada,
y seguro que más loca también.
Lanza un suspiro de domingo por la tarde y pilla una Ámbar del congelador.
El día tiene una luz tenue y plomiza y un olor dulzón y pegajoso, 
como huelen los días de feria.


Mira el calendario,
observa que es 9 de diciembre e intuye que la muerte debió haber llegado temprano esta mañana
y dobla las piernas en uve de quien una vez fue algo y ahora es otra cosa.
Y es que ha olvidado cómo explicarle que la mesa no esté puesta a su hora, 
la comida caliente y a punto, 
los problemas aparcados en el llanto,
los sollozos amordazados en la cama...y las flores en el florero.


Y se levanta,
Hache se levanta.
Hache de heroína, 
Hache como zeta vengadora,
zeta de la zorra que te ha mantenido tanto tiempo, 
la zorra que nunca ha sido zorra.
La zorra que se marcha y te deja,
sin la comida caliente y a punto,
la mesa puesta a su hora,
los problemas aparcados en el llanto,
los sollozos amordazados en la cama...y las flores en el florero.

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